La constante amenaza contra el corazón selvático de la
Amazonia, pulmón vegetal del planeta, está lacerando el ambiente. La
deforestación, la desmedida explotación de sus recursos, la construcción de
represas y rutas que se abren paso entre frondosos árboles, el desplazamiento y
muerte de comunidades indígenas por armas y enfermedades, la irreversible
contaminación, el peligro de extinción de la flora y fauna; son fatídicas
acciones que cada día ponen en riesgo la biodiversidad de ese preciado bosque
lluvioso tropical, cuya invalorable riqueza lo hace único en el mundo.
El mito europeo de El
Dorado, basado en una fabulosa e imaginaria narración, cautivó a codiciosos aventureros
en la búsqueda de la oculta ciudad de oro y junto a osados conquistadores, deseosos
de llenar las alforjas con auríferos tesoros, marcaron la ruta a múltiples
expediciones que se adentraron en la espesa selva y navegaron caudalosos ríos
en la búsqueda del paraíso de áureo resplandor. Muchos exploradores rastrearon
la jungla persiguiendo el espejismo del oro, entre ellos Walter Raleigh, el
corsario inglés protegido de la corte isabelina, así como el sabio Alejandro
Humboldt, quien desmintió la dorada leyenda de Manoa, la grandiosa ciudad edificada
con puro oro.
Pero la fiebre del oro nunca
termina, porque existen abundantes yacimientos y la humanidad siempre ha soñado
con destellantes pepitas para calmar el voraz apetito de opulenta riqueza. Desgraciadamente
este sueño se ha convertido en una peligrosa pesadilla y la minería ilegal ha infectado
el exuberante ambiente con alcohol, drogas, enfermedades, esclavitud,
prostitución, asesinatos, lavado de dinero proveniente del narcotráfico y la
nociva contaminación con mercurio, metal pesado y extremadamente tóxico utilizado
para separar el oro de las rocas; poderoso veneno que amenaza este valioso
ecosistema global indispensable para la existencia humana.
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