Debemos confesar que estamos atemorizados por la carrera
armamentista que estremece al mundo, 9 países poseen más de 17.000 armas
nucleares y el creciente intercambio de amenazas entre gobernantes, aumenta el riesgo
a la destrucción total o parcial de la civilización.
King Jong-Un, el dictador norcoreano, constantemente lanza cohetes
de ensayo y proclama que, ante los amagos imperialistas de E.E.U.U. tiene
dispuestas valiosas armas con cabezas atómicas para la defensa nacional, que su
país será la potencia nuclear más poderosa del mundo y que con solo apretar el
botón que mantiene sobre su escritorio, alcanzaría a la nación del norte con
sus misiles.
El presidente Donald Trump ante la amenaza de “el hombre
cohete” responde que, su botón para ejecutar un ataque nuclear es más grande,
poderoso y funcional y que el tirano podría enfrentar la furia del fuego que le
causaría una catástrofe definitiva. Para optimizar la seguridad del país, Trump,
incrementó el presupuesto para los gastos de defensa, arsenal nuclear y el
sistema de protección antimisiles. Por su parte, Vladimir Putin, el presidente
de Rusia, dice ser el dueño de un arsenal nuclear invencible e impenetrable por
los escudos antimisiles de E.E.U.U., que sus invulnerables armas hipersónicas e
intercontinentales, que solo él posee, pueden alcanzar con su demoledora carga
atómica cualquier lugar del planeta.
Ante la amenaza de lanzamiento de esos arsenales que conllevaría
desastrosas consecuencias humanitarias, 122 naciones adoptaron una campaña para
prohibir las armas nucleares a nivel internacional; esta conciliadora misión le
valió el Premio Nobel de la Paz 2017, noble objetivo de naciones con buena
voluntad que, no logrará coronarse con la rama de olivo, si los belicosos
gobernantes no resuelven de manera diplomática los asuntos internacionales