Tuesday, April 19, 2016

NOMOFOBIA 2

                             

       

Debo confesar que cuando viajo en el tren me siento cual cavernícola dibujando grafitis en las paredes de una gruta urbana. Durante el trayecto del viaje miro alrededor y todos los pasajeros, excepto los que dormitan, mantienen la vista fija en sus teléfonos celulares. Sus dedos pulgares pulsan rápidamente las teclas buscando primicias y sus caras denotan si lo que leen o escuchan les causa placer o angustia. Algunos comparten con sus vecinos las incidencias encontradas y entablan un intercambio para ver quien localiza el mensaje más interesante. Al abandonar el vagón, los viajeros, caminan como autómatas, bajan, suben escaleras, cruzan avenidas, y llegan a su destino sin apartar la mirada del dispositivo inteligente. La preocupación de no estar constantemente informados y el miedo a estar sin celular se apodera de sus cuerpos, convirtiéndolos en seres portadores de nomofobia, perturbación propia de esta cambiante era virtual. Yo poseo un teléfono ignorante, que no toma fotos, ni está conectado a la red y que no representa de manera constante en el tiempo la evolución de alguna magnitud. Es un aparato sencillo, del cual me siento satisfecho, que no presume y que me sirve para comunicarme ocasionalmente con el mundo exterior cuando no puedo hacerlo de manera personal.


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